TODOS CONOCIMOS LA ABUNDANCIA por lo menos una vez en la vida: durante los meses que estuvimos en la matriz de la madre. Allí disfrutamos de la abundancia de la naturaleza: tener todo lo que se necesita. No más. Entonces estábamos en una fusión total con la madre y todo nuestro sistema familiar. La simbiosis era total y no podíamos distinguirnos de los demás. Éramos abundancia, felicidad y dolor; estábamos identificados con todo lo que pasaba en nuestra familia, sin identidad precisa ni responsabilidad.

Ahora, siendo adultos, buscamos esta abundancia y fusión con el todo, asumiendo nuestra identidad y responsabilidad individual, al servicio de un destino colectivo que da sentido a los vaivenes que la vida nos impone.

La abundancia es la respuesta de gratitud del universo a una persona agradecida.

El agradecimiento, primero a la madre y luego a todo como es, es el motor de nuestra abundancia.

Lo que das, recibes.